Tener una librería decente de sonidos en un home studio, era prohibitivo no hace mucho. Y no sólo era costoso económicamente, sino que su uso suponía todo un engorro: tenías que tirar de samplers hardware y de librerías ¡que se distribuían en cd! En los mejores casos podías usar diskettes, o con un poco más de suerte, unidades zip o discos duros SCSI. Una vez te acostumbrabas a navegar en infinitos menús y a aguantar tiempos de carga, eran utilizables, pero todo era bastante horroroso en cuanto a UX. Podías ser buen músico y tener buenas ideas, pero las herramientas para llevarlas a cabo desde luego, estaban más pensadas para ingenieros de sonido que para artistas.
Los usuarios de trackers éramos felices en nuestro pequeño y ¿limitado? mundo, pero en poco tiempo nos quedaríamos atrás, al aparecer en escena los vst. Sí bueno, tuvimos Buzz, tenemos Renoise, pero... es otro rollo.
Por toda esta incomodidad, así como la poca fiabilidad en escenario de los ordenadores de la época, existía un mercado saludable de romplers. Estas máquinas te permitían tener a mano rápidamente un montón de sonidos de todo tipo, con una facilidad de manejo superior a muchos otros tipos de generadores de sonido. También te permitían tener ciertos sonidos acústicos aceptables sin necesidad de tener una gran variedad de instrumentos. Digamos que son los culpables del reinado del DX7 en cierta forma.
La gama de romplers fue bastante amplia desde la irrupción del digital en los noventa hasta no hace muchos años. Muchas marcas se lanzaron al mercado con una amplia variedad de modelos: Korg, Roland, Yamaha, E-mu, Kurzweil, etc. Cada marca tenía su propia filosofía de diseño, pero todos tendían a fabricar workstations cada vez más completas: más polifonía, más efectos, más memoria, más controles en tiempo real, etc.
Con la llegada progresiva de samplers y sintes software, estas máquinas fueron pasando a un segundo plano (a pesar de ser básicamente software per se). Los motivos son muy variados: lo práctico de las tablets, la fiabilidad y abaratamiento de los ordenadores portátiles y teclados controladores, la amplia oferta de grandes librerías de samples cuya relación calidad-cantidad-precio es imbatible, etc. ¿Queda esperanza para los romplers en el futuro?
En las últimas generaciones he ido observando una serie de características que en mi opinión se alejaban de lo que un aparato de estas características debería ser:
- excesiva dependencia de sistemas operativos externos para llegar al máximo nivel de edición,
- avance minúsculo en tamaño de muestras en comparación al ritmo exponencial que han seguido las librerías para software como Kontakt, Sampletank, etc. y escasa posibilidad de expansión,
- avance en dirección equivocada de las interfaces.
Con respecto a las posibilidades de expansión, simplemente se han quedado muy atrás. La expansión a base de tarjetas es simplemente prohibitiva: la mayoría de las SRX, por ejemplo, son increíblemente caras; si nos vamos a modelos anteriores a los Fantom (SR), el precio por Mb es simplemente desorbitado. Poder utilizar CF en algunos modelos no está mal, pero sigue siendo una opción pobre en comparación con, por ejemplo, los SSD. Además: ¿por qué no existen tiendas online de muestras oficiales? Entiendo que el margen que te da el hardware siempre es superior, pero creo que las marcas tendrían que apuntar un poquito más alto e intentar dar el mejor servicio...
A favor de las tarjetas y del pequeño tamaño de las muestras, me gustaría recalcar que normalmente el nivel de los patches en ellas es excelente (mi experiencia es sobre todo con instrumentos Roland). Cuando el buen sonido se basa simplemente en tener muchísimas muestras, la programación se deja en un segundo plano. Explotar el motor de síntesis en cuestión, conociendo en profundidad la máquina y explotándola utilizando menos recursos, suele ser mucho más efectivo, al menos en sonidos que no sean estrictamente recreaciones de instrumentos acústicos. Hay que dejar a los aparatos sonar.
En cuanto a las interfaces: ¿por qué no se han impuesto el ratón y los monitores externos? Podríamos tenerlos puestos en estudio y simplemente desconectarlos para directo si hace falta. Tener pantallas, táctiles o no, e interminables botoneras en los equipos, hace que haya que dejarlos "morir" cuando los elementos de control empiezan a fallar. Existen puertos estándar, con conectores baratos además, que podrían mejorar increíblemente la UX en estos equipos. Creo que es una oportunidad perdida, algo que no se ha explotado demasiado: conectores USB, DVI, HDMI, etc. Hay muchas buenas opciones.
Ahora, una pregunta importante: ¿por qué preocuparse por todo esto? ¿Acaso no tenemos ya portátiles y equipos de sobremesa capaces de hacer todo esto y más? Mi perspectiva: tengo un especial cariño por el sonido de este tipo de máquinas. Hay por ahí quien dice que están pasadas de moda, que no tienen sentido existiendo cosas como Kontakt o Mainstage. Por mi parte está claro que hay un componente de nostalgia, pero también podríamos hablar de compresión y conversores, de la calidad de los programas, de la personalidad impresa ya en cientos de discos con estos sonidos clásicos, del gusto de no tener un ordenador "como tal" delante a la hora de componer, de lo agradable de tener un sistema "limitado" donde poder hacer mil cosas sin salir de él, etc.
Para otro día, queda pendiente comentar lo bien que pueden funcionar las recreaciones no realistas de instrumentos acústicos en ciertas plataformas.
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